Astor Piazzolla ,un genio sin concesiones: «La música es el arte mas directo, entra por el oído y va al corazón.»
Ástor Piazzolla (Mar del Plata, 11 de marzo de 1921 – Buenos Aires, 4 de julio de 1992).
Cien años de Piazzolla: más allá del tango
“Tengo una ilusión: que mi obra se escuche en el 2020. Y en el 3000… A veces estoy seguro, porque la música que hago es diferente.” (Astor Piazzolla)
Se cumplen cien años del nacimiento de Astor Pantaleón Piazzolla, “el gran Astor”, y parece que su ilusión va camino de cumplirse: su música sigue plenamente vigente y fascina cada día a millones de melómanos, dentro y fuera de Argentina.
Nació en Mar de Plata un 11 de marzo de 1921, pero pasó buena parte de su infancia en Nueva York, donde su padre le regaló su primer bandoneón. Con apenas 14 años sirvió a Carlos Gardel como guía e intérprete durante su estancia en la ciudad, mientras rodaba El día que me quieras (1935), su penúltima película antes del desgraciado accidente que acabó prematuramente con su vida.
Nadie sabía por entonces que aquel niño, que aparecía como “canillita” (vendedor de periódicos) en el filme, se convertiría en uno de los más grandes compositores argentinos y renovador trascendental de la historia del tango.
Maestros de lujo
En 1937, el joven Piazzolla se instaló por su cuenta, aunque ayudado por su padre, en Buenos Aires, donde inició estudios de composición con Alberto Ginastera, piano con Raúl Spivak y dirección con Hermann Scherchen.
Mientras tanto, comenzó a formar parte de orquestas típicas como bandoneonista: en aquel momento Aníbal Troilo era el referente en el tango bonaerense. En sus Memorias –dictadas a Natalio Gorín en 1990– Piazzolla confesaba:
“Tuve dos grandes maestros: Nadia Boulanger y Alberto Ginastera. El tercero lo encontré en la fría pieza de una pensión, en los cabarets de los años cuarenta. Ese tercer maestro se llama Buenos Aires”.
En 1954 obtuvo una beca que le llevó a París, donde estudió composición con Nadia Boulanger. Fue ella quien le animó a hacer del tango de raigambre popular el centro gravitatorio de su música. Permaneció durante algún tiempo en la capital francesa, donde compuso y grabó una serie de tangos para bandoneón, piano y cuerdas con músicos locales.
¿Es tango?
Piazzolla nunca fue del todo un músico académico, ni un músico popular. Ambas vertientes son simultáneas e inseparables a lo largo de su obra, siendo el hilo conductor la propia estética del compositor, marcada por la tradición del tango y su renovación a través diversas influencias: desde el jazz y la música judía hasta las técnicas de la música académica, muy especialmente el dominio de la escritura contrapuntística.
Todavía hoy constituye un tema de discusión para los porteños (junto con el eterno contencioso futbolístico entre seguidores de River Plate y Boca Juniors) el dirimir si la música de Piazzolla es o no tango. Las raíces tangueras de su obra son innegables, como lo es también que los “tangos” de Piazzolla no se pueden bailar, al menos no como tangos tradicionales.
El compositor no se preocupaba de los bailarines, escribía pasajes que complicaban y ocultaban la marcación de los cuatro tiempos del tango. Sin embargo, su música está actualmente presente en los escenarios del mundo entero, como base para coreografías que concilian la vanguardia y la experimentación con la búsqueda de la autenticidad y la visceralidad del ser porteño.
Innovación y experimentación
La evolución estilística de Piazzolla estuvo, en buena medida, ligada a la creación de sus conjuntos y a esa tensión entre su toma de postura frente a la tradición del tango y sus aspiraciones de innovación y experimentación.
A su regreso a la capital argentina fundó el Octeto Buenos Aires, con el que inició su revolucionaria transformación del tango, aunque la experiencia duró tan solo tres años.
Sus conjuntos: quintetos, octetos, nonetos
Tras una breve estancia en Nueva York, donde compuso su célebre Adiós Nonino (1959) al conocer la noticia de la muerte de su padre, Piazzolla fundó en Buenos Aires el Quinteto Nuevo Tango, conjunto con el que interpretaría buena parte de su producción, en adelante totalmente alejada de la concepción bailable del género.
En 1968, estrenó la operita María de Buenos Aires, con libreto de Horacio Ferrer, protagonizada por Amelita Baltar y Héctor de Rosas. Entre 1971 y 1972 trabajó con un nuevo ensemble, el noneto Conjunto 9, resultante de añadir al quinteto original (bandoneón, contrabajo, guitarra eléctrica, piano y violín) un segundo violín, una viola, un violonchelo y una batería. La escritura para el noneto era de índole camerística, aplicando procedimientos melódicos y rítmicos del tango a prácticas de escritura propias de la música académica.
En 1974, ante la difícil situación política en Argentina, se trasladó a Italia y fundó el Octeto Electrónico. Comienza así un intenso periodo de giras por Europa, América y Asia, primero con el Octeto y, a partir de 1978, con su Quinteto reorganizado.
En los años ochenta destaca la profusa utilización de técnicas improvisatorias que luego llegarían a ser una práctica habitual en su conjunto.
La salud de Piazzolla se deterioraba, por lo que la adición de un nuevo bandoneonista en 1989 convirtió al Quinteto en Sexteto. Poco después, una trombosis cerebral le dejó postrado hasta su muerte en 1992, haciendo cierta la letra de la preciosa Balada para mi muerte que compuso junto a Horacio Ferrer:
“Moriré en Buenos Aires,
será de madrugada
Que es la hora en que mueren
los que saben morir”.
Author Joaquín López González Profesor Titular del Departamento de Historia y Ciencias de la Música, Universidad de Granada fUENTE https://theconversation.com/
«La música es el arte mas directo, entra por el oído y va al corazón.»
Nacido el 11 de marzo de 1921 en Mar del Plata, provincia de Buenos Aires. Fue bandoneonista y compositor.
Su contacto con la música se inició en Nueva York, donde su familia vivió entre 1925 y 1936. A los ocho años, su padre le regaló su primer bandoneón, y comenzó a tomar clases con Andrés D´Aquila; realizó una grabación en acetato con tan solo diez años, sin fines comerciales. En 1933, estudió música con el pianista húngaro Bela Wilda, quien lo introdujo en el universo sonoro de Bach. Al año siguiente, conoció a Carlos Gardel y, rápidamente, entabló una relación amistosa con él. Gardel lo oyó tocar y le ofreció participar y tocar varios temas en la película El día que me quieras; en la cual interpretó a un canillita. También fue invitado a la gira por América en la que Gardel perdió la vida junto a su equipo; pero, dada su corta edad, no viajó por no tener permiso.
En 1936, su familia volvió a Mar del Plata, y Astor participó en varios conjuntos y conoció la obra del sexteto de Elvino Vardaro, que lo influenció de forma definitiva. Decidido a explorar el tango, se mudó a Buenos Aires a los diecisiete años y, al poco tiempo, consiguió su objetivo: ingresar en la orquesta de Aníbal Troilo, primero como bandoneonista de fila y ocasional pianista y, luego, convertido en arreglador de la orquesta. Continuó sus estudios de música académica con Alberto Ginastera y, de piano, con Raúl Spivak. Sus arreglos lo alejaron cada vez más del tango clásico. Hacia 1944, abandonó la Orquesta de Troilo para dirigir la orquesta que acompañó al cantante Francisco Fiorentino hasta 1946, cuando compuso El desbande, considerado por él mismo su primer tango con una estructura formal diferente. Formó su propia orquesta, que disolvió en 1949, y comenzó a escribir música para películas. Se apartó del bandoneón y se acercó al jazz: la búsqueda de un estilo diferente a todo lo llevó a profundizar sus estudios musicales.
Entre 1950 y 1954, compuso obras claramente distintas de la concepción del tango hasta ese momento (Para lucirse, Tanguango, Prepárense, Contrabajeando, Triunfal, Lo que vendrá), y comenzó a definir su estilo.También en esta época, escribió piezas de música culta, como Rapsodia porteña (1952) y Buenos Aires, tres movimientos sinfónicos (1953). Por la última, ganó el Premio Fabien Sevitzky, y el Gobierno francés le otorgó una beca para estudiar en París con la famosa pedagoga musical Nadia Boulanger, quien lo convenció de que persistiera en el camino del tango: «Astor, sus obras eruditas están bien escritas, pero aquí está el verdadero Piazzolla, no lo abandone nunca». La beca duró casi un año y, en ese tiempo, formó una orquesta de cuerdas junto a los músicos de la Ópera de París Martial Solal y Lalo Schifrin. Con Schirfrin, grabó Two Argentinians in Paris (1955).
A su regreso a la Argentina, convocó a músicos de primera línea y formó el Octeto Buenos Aires. Estaba integrado por Enrique Mario Francini y Hugo Baralis, en violines; Roberto Pansera, en bandoneón; José Bragato, en violonchelo; Aldo Nicolini, en bajo; Horacio Malvicino, en guitarra eléctrica, y Atilio Stampone, en piano. Varias versiones del Octeto influyeron de manera determinante en la futura evolución del tango, debido a sus novedades rítmicas y contrapuntísticas.
Cuando murió su padre, en 1959, compuso en su homenaje acaso su obra más bella: Adiós, Nonino. En 1960, después de una estadía en Estados Unidos, donde su estilo se presentó como jazz-tango, formó un quinteto por el que pasaron músicos como Elvio Bardaro, Dante Amicarelli, Antonio Agri, Horacio Malvicino, Oscar López Ruiz, Kicho Díaz, Osvaldo Manzi y Cacho Tirao.
En 1968, compuso, con el poeta Horacio Ferrer, la operita María de Buenos Aires, para once instrumentos, recitante y cantantes femenino y masculino. En 1969, comenzó a escribir, también junto a Ferrer, temas más sencillos para la voz de Amelita Baltar, su pareja por aquellos años. Compusieron Balada para un loco, que se convirtió en un gran éxito popular al que sucedieron otros. En 1972, luego de un infarto, decidió instalarse durante cinco años en Italia. Formó el Conjunto Electrónico, grabó Libertango y experimentó su aproximación al jazz-rock. En 1974, grabó Summit junto al saxofonista Gerry Mulligan; y, un año después, tras la muerte de Aníbal Troilo, el disco Suite Troileana. En 1976, se presentó en el teatro Gran Rex con su obra 500 Motivaciones; y, en 1977, con una serie de conciertos en el Olympia de París. En 1978, volvió con su Quinteto y consolidó su fama internacional con giras por Europa, Sudamérica, Estados Unidos y Japón. En 1983, en el Teatro Colón, ofreció una programación íntegramente compuesta por él.
En 1984, actuó con la cantante Milva y produjo el disco Live at the Bouffes du Nord; en Viena, grabó Live in Wien con el Quinteto. En 1985, fue nombrado Ciudadano Ilustre de Buenos Aires; y estrenó, en Bélgica, en el Quinto Festival Internacional de Guitarra, el Concierto para Bandoneón y Guitarra: Homenaje a Lieja, con la dirección de Leo Brouwer. En 1986, recibió en París el Premio César por la banda sonora de la película El exilio de Gardel; y grabó en vivo, junto a Gary Burton, Suite for Vibraphone and New Tango Quintet, en el festival de jazz de Montreux (Suiza). En 1987, se presentó con un multitudinario recital en el Central Park (Nueva York). En 1988, grabó con el Quinteto La Camorra su último disco. En 1989, formó Sexteto Nuevo Tango, con el que actuó en el Teatro Ópera, realizó giras y se presentó como solista hasta su disolución a fines de ese año.
El 4 de agosto de 1990, en París, sufrió una trombosis cerebral que lo dejó postrado. Murió el 4 de julio de 1992, en Buenos Aires.
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